Desde el 7 de febrero pasado circula en redes una petición dirigida al presidente de la República titulada “Sí a la competencia libre, no al libertinaje monopólico”. La misma puede encontrarse en el siguiente link:
Esta petición, iniciada por la Dr. Ana Mayra Xavier, hace referencia a la propuesta del Grupo Minerva de adquirir las tres plantas frigoríficas que hoy son propiedad de Marfrig en Uruguay, y advierte sobre la eventual consolidación de una posición dominante en el mercado de ganado que pone en riesgo el funcionamiento del libre mercado. El motivo de la misma es la inminente decisión por parte de la Comisión de Promoción y Defensa de la Competencia, órgano desconcentrado que funciona dentro de la órbita del Ministerio de Economía y Finanzas.
Por estos días han salido a la palestra algunas opiniones interesadas en defender la millonaria transacción, utilizando para ello argumentos económicos que tienden a confundir el concepto de mercados competitivos, dejando entrever que cualquier intromisión de los órganos competentes para impedirla significaría una alteración en el funcionamiento de la libre competencia.
Pero, ¿qué es exactamente la libre competencia?
Conviene comenzar con una definición de lo que es la libertad de mercado. La mayoría de los economistas coinciden en que un mercado es “libre” cuando el Estado no interviene, y las fuerzas de la oferta y la demanda pueden operar libremente sin restricción alguna. De acuerdo a esta definición, para que existiera libre mercado, el Estado uruguayo no debería intervenir en ésta ni en ninguna otra transacción.
Sin embargo, la realidad indica que todos los países con economías de mercado cuentan con organismos estatales que en mayor o menor medida regulan el funcionamiento de la competencia. De esto se desprende que ese libre mercado “pura” que nos quieren vender no existe en ningún lugar del planeta, sin necesidad de entrar en sofismas o disquisiciones pretendidamente académicas.
Lo que sí promueven las economías de mercado desarrollados es la formación de mercados competitivos, vale decir, mercados en que se encuentran un gran número de pequeños compradores y vendedores para comerciar independientemente, en modo tal que ningún comprador o vendedor tenga poder para incidir sobre los precios.
Oligopolios naturales en el sector agroexportador
Las economías de escala en la industria agroexportadora, junto a la reducida oferta nacional en relación a los mercados globales, hacen que la formación de posiciones oligopólicas sea un resultado natural. En efecto, esto es hasta en muchos casos deseable para que el país pueda ser competitivo en los mercados internacionales. Pero para mantener el equilibrio, resulta necesario que se ejerzan las regulaciones existentes para impedir la captura de rentas a favor de posiciones dominantes y en contra de los productores atomizados. De un lado está muy bien que las empresas nacionales se consorcien para negociar mejor su oferta exportadora, pero no es para nada deseable que se les permita usufructuar de su posición dominante para imponer precios por debajo de lo justo a los productores nacionales atomizados. De permitirse esta transacción, los pequeños productores ganaderos pasarían a sufrir la realidad que enfrentan los tamberos desde hace muchos años.
La doctrina neoliberal favorece la formación de posiciones dominantes
No se puede abordar este problema sin hacer referencia al pensamiento desarrollado por abogados y economistas de la Universidad de Chicago en las décadas del ´50 y ´60. Al respecto, la escuela de Chicago es conocida por sostener que la eficiencia económica es y debe ser el único norte de la legislación antimonopolio, y que el modelo neoclásico de la teoría de los precios ofrece la mejor herramienta de política para maximizar la eficiencia económica en el mundo real. Según esta visión, los mercados se autocorrigen y el monopolio sería simplemente un resultado ocasional, inestable y transitorio del natural proceso competitivo, por lo que cualquier acción estatal para limitarlos podría convertirse en un remedio peor que la enfermedad.
Lamentablemente luego de cuatro décadas de aplicación de esta doctrina, los resultados están a la vista. Occidente sufre desindustrialización, pérdida de empleos de calidad, profundización de las desigualdades económicas y sociales, envejecimiento, marginación, etc. La contrapartida política es que surgen en las Américas y Europa movimientos políticos que intentan revertir una doctrina que lleva a la desaparición de las clases medias.
Sin fuertes controles antimonopolio las libertades políticas están en peligro
Históricamente la legislación antimonopolio (y sus predecesores en el derecho consuetudinario) se preocupó no sólo por los aspectos económicos de la competencia, sino también por la conexión entre los mercados competitivos y un conjunto de principios políticos provenientes del liberalismo clásico. La aversión del derecho consuetudinario al monopolio y las restricciones al comercio tenía en su raíz consideraciones económicas. Pero tenía principalmente que ver con consideraciones sobre el mantenimiento del estado de derecho y la limitación de la capacidad de actores privados de ejercer su poder de manera en detrimento de los derechos del resto de los ciudadanos.
En concreto, un poder económico privado concentrado sin controles efectivos puede ser tan perjudicial para las libertades individuales como un poder político sin limitantes. Este es claramente un motivo político de peso para justificar evitar aún mayor concentración en el mercado frigorífico nacional. Es por ello que acompañamos la iniciativa de la Dra. Xavier.
4 Comentarios